septiembre 09, 2013

PRELUDIO PARA UN ILUMINADO BICENTENARIO (IV)

Teatro del Circo en la Plaza del Rey, Madrid. La noche del lunes 6 de noviembre de 1843 se puso en escena por sexta vez consecutiva el ballet Giselle.
 
 

Otra vez Madrid


Iniciando el verano del cuarenta y tres (1843) regresó Gertrudis Gómez de Avellaneda a Madrid, ciudad que vivía intensos acontecimientos políticos, aunque la escritora intentaba mantenerse al margen (aparente) de la situación creada.
 

Renovada y pletórica reanudó la Avellaneda sus actividades literarias, labores que incluían el leer las nuevas críticas que algunos literatos de gaceta se habían empecinado en atacar durante su ausencia. Pero no prestó demasiado interés por ninguna de aquellas detracciones porque las consideró nimiedades y bagatelas de redacciones frívolas y mundanas... Más importante fue conocer a través de los grandes poetas y amigos José Manuel Quintana y Nicasio Gallego que, tanto la joven reina Isabel II como su hermana Luisa Fernanda se habían leído (en solo dos días) los cuatro tomos de su novela Dos mujeres. El gabinete literario se mostraba muy orgulloso con la publicación de los citados tomos, y eso era más que suficiente para la escritora.
 

Durante su estancia en París (de la cual no dio cuenta a nadie en especial), sus amigos y admiradores se habían multiplicado exponencialmente. Y tanto fue así, que hubo de pasarse toda una semana leyendo y respondiendo correspondencia de personas de ambos sexos que no conocía para nada, pero que se mostraban tremendamente agradecidos y agradecidas por su quehacer literario. Entre tanta epístola recibida y acumulada, apareció una cuyo destinatario parecía haberla olvidado por completo: Ignacio de Cepeda. Sentimientos encontrados se apoderaron de la escritora en aquel momento. Por una parte su corazón palpitó como el de un ave canora en pleno cortejo (no podía evitarlo), por la otra su renovado orgullo -aderezado por cierta vanidad de escritora de reciente éxito- la detuvo firmemente. Recordó los consejos amatorios recibidos en París por boca de la más que experimentada George Sand y actuó en consecuencia.
 

Ignacio de Cepeda, el cual se veía retratado -con justísima razón- en el personaje de Carlos de la novela Dos mujeres, le pedía un retrato suyo y un ejemplar firmado de la obra. La Avellaneda, después de hacer volar su imaginación por los feudos de Afrodita, Venus, Eros y Cupido juntos, le respondió que si quería todo aquello que él reclamaba (y más…), se viniera directamente a buscarlo en Madrid. Eso sí, a renglón seguido añadió con profunda intuición de lo estético -y lo sublime-, así como con delicada y armoniosa finura melódica que siempre le caracterizó (pero con un acusado propósito de sinceridad para con el sevillano), una sutil estrofa de lo que más tarde sería considerado como uno de sus más afamados poemas:
 

“Se vuelve con rostro encendido;
quiere gritar...
Mas yo murmuraba a su oído:
¡Ley es amar!”


Al recibir y leer de vuelta aquella misiva, Ignacio de Cepeda ensilló uno de sus caballos en su finca de Almonte y galopó durante cinco leguas seguidas dirección a la sureña aldea del Rocío. Allí, junto a su exhausto corcel, bebió y se refrescó en el charco de la boca y no hubo de regresar a Almonte hasta bien entrada la noche. Solo su hermano Curro1 supo el verdadero motivo de aquella iracunda escapada. Ignacio de Cepeda se encontraba en una difícil encrucijada de amor: Sus familiares le habían planificado desde hacía muchos años un futuro enlace matrimonial con la Govantes, una agraciada joven de acomodada familia. Pero él no podía olvidar de ninguna manera a la bella y talentosa Peregrina que tanto le había amado (y le amaba). Luchaba internamente contra él mismo, dudaba martirizándose.
 

Dos meses más tarde la Avellaneda cambió de domicilio sin motivo aparente. El espíritu de la condesa de Jaruco que, según ella, deambulaba por su jardín de la calle Clavel ya no le reportaba beneficios creativos. Se buscó una nueva vivienda en la calle del Desengaño. No sabemos si la "sabia" elección del nuevo sitio para habitar, pudo estar causado por el hecho de conocer, a través de Concha2, su amiga y madre de sus dos sobrinos, que el mencionado noviazgo entre Ignacio de Cepeda y María de Córdova y Govantes3 iba en serio pues era motivo de comentario entre la sociedad almonteña y hasta entre la sevillana. Pero conociendo los impulsos y el extremado romanticismo de la Avellaneda, todo podía ser posible.
 

Instalada ya en la "contrariada" calle madrileña del Desengaño, la Avellaneda se dedicó a proyectar la publicación de una gaceta que se traía entre manos. A la par comenzó a escribir un drama para el teatro y dos nuevas novelas, ambas totalmente diferentes a las dos primeras. En una de ellas, el protagonista, sería un hombre, pero no un hombre cualquiera. Se trataba de un bandido italiano llamado Espatolino. El título de la futura novela llamó la atención de Antonio Flores, redactor principal de un futuro periódico madrileño próximo a salir, El Laberinto4 que, sin conocer los detalles de la obra (apenas esbozada por su autora en los círculos literarios y políticos de todo Madrid), cedió las páginas que fueran necesarias para su publicación futura5 (como así sucedió en 1844). No sabemos si en esto tuvo también algo que ver la posible influencia ejercida por general Narváez, importante político y militar español al que la escritora había conocido tres meses antes en París y el cual sentía por ella una profunda admiración. El Espadón de Loja -como era conocido el capitán general de Madrid-, acababa de ser ascendido a teniente general por su gran acción bélica en la que derrotó a las tropas de Baldomero Espartero, general este último al que obligó marchar al exilio en Londres. En aquellos días estaba en boca de todo Madrid.
 

El general Ramón María de Narváez, en cuanto le fue posible, anunció su visita a la Avellaneda a través de un billete que le envió con su ayudante, el coronel Basseti. Ella, que recibía exclusivamente los lunes en la tarde, aceptó cediendo cualquier otro día de su calendario, si fuera menester. Ni la Avellaneda, ni su familia se lo podían creer (Francisca, su madre, ya se había venido desde Sevilla con los tres hermanos menores de la Avellaneda para residir en la capital) El famosísimo capitán general de Madrid les visitaría. La noticia se esparció inmediatamente calle del desengaño abajo, llegando a comentarse hasta en la mismísima puerta del sol gracias a le lengua de los criados. "La Avellaneda comienza a mezclarse ya con la peligrosa y alta política..." llegó a decir un literato detractor de la escritora en el café de El Parnasillo. Los propios criados de lengua suelta, trajeron de vuelta a casa las murmuraciones.
 

Acontecieron por aquellos días en Madrid y en toda España sucesos tremendamente importantes que afectaron de una manera, u otra, la vida y obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Desde el punto de vista literario, uno de ellos fue la salida inminente de Álbum del bello sexo o las mujeres pintadas por sí mismas, la gaceta que estaba proyectando la escritora desde su regreso y que ella misma propuso a la imprenta de El Panorama Español -con cierto apremio- ya que justamente pretendía competir con Los españoles pintados por sí mismos, obra que editaba el “portentoso” señor Boix6, al frente de la competencia.
 

Es meritorio señalar que Álbum del bello sexo… se adelantó catorce años a su homónima francesa Les Femmes peintées par elles mêmes. Sobre esta publicación me atrevería decir que se ha escrito poco y en algunos casos hasta se han mal interpretado los motivos que llevaron al cese de la empresa cuando solo se habían editado las tres primeras entregas. Baste leer la prensa española de la época para comprender la importancia que pudo tener la mencionada publicación, enmarcada dentro del panorama literario (y también) político español.
 

En una época tan temprana como el año de 1843, escribir para las mujeres y por una mujer, parecería una empresa imposible. Pues no. Gertrudis Gómez de Avellaneda lo hizo con gran profesionalidad y absoluta brillantez. Así nació la citada publicación en cuyo primer número aparecía el artículo La dama de gran tono7, obra de su autoría y joya de la literatura universal (y de la que muy pronto el blog La divina Tula dará noticias que tienen que ver con la actualidad y el bicentenario a celebrarse en 2014). Pero días antes de salir este primer número (del cual nos ocuparemos especialmente en el próximo post), visitó el general Ramón María de Narváez en compañía de Salvador Bermúdez de Castro8, una vez más, a la Avellaneda con el objetivo de felicitarle por la inminente publicación de la citada obra que se anunciaba discretamente en la prensa madrileña, pero que él sabía era un trabajo de gran lujo.
 

La visita se produjo la tarde del lunes 6 de noviembre de 1843, a escasos días de la proclamación de la mayoría de edad de la reina. La Avellaneda aprovechó aquel segundo encuentro para informar al general de sus futuras creaciones en las cuales trabajaba arduamente. Se trababa de dos novelas, una sobre la vida de un bandido italiano (Espatolino), y la otra sobre la conquista de Méjico (Guatimozín). También informó al general sobre un drama que reciente acababa de escribir (Munio Alfonso) y que pretendía dar a la empresa del Teatro de la Cruz, cuya respuesta por parte de los actores esperaba ansiosamente. Complacido el general por la cantidad de gratas nuevas (noticias que ya conocía, pues Salvador Bermúdez de Castro le mantenía informado de todo), se despidió de la Avellaneda y de sus familiares que le recibieron esa tarde. Pero al poco de salir, sucedió lo impensable. El general, se hubo de desviar un poco de su trayectoria para recoger a su ayudante, el comandante Basseti que le esperaba en la calle de San Roque (se dirigían al teatro del Circo para acompañar a S.M. Isabel II que asistiría a una representación del Ballet Giselle…) Pero al regresar por la misma calle del Desengaño dirección a la plaza del Rey, exactamente a la altura de la iglesia de San Martín de Tours, en el antiguo convento de Portacoeli le perpetraron al general un monstruoso atentado9. Sonaron más de veinte disparos que la Avellaneda escuchó desde su habitación. Un carruaje a toda velocidad pasó por frente a su casa. Los criados informaron que se trataba de la berlina del general.

Continuará…
 
 
Manuel Lorenzo Abdala
 

Citas y referencias:
 
1.- Francisco Cepeda y Alcalde (Curro), hermano menor de Ignacio de Cepeda y Alcalde. En 1839, cuando la Avellaneda mantenía relaciones con Ignacio, su hermano Curro mantenía una relación formal con la hermana de Concepción del Cerro (Concha) que era amante de Manuel Gómez de Avellaneda.
 
2.- Concepción del Cerro Noriega (Concha) mantuvo una larga relación en Sevilla con Manuel Gómez de Avellaneda. Con él tuvo 3 hijos fuera del matrimonio de los cuales sobrevivió solo uno. Manuel Gómez de Avellaneda nunca quiso casarse con ella, pero mantuvo una larga relación de amor carnal (puro sexo). Fue amiga durante toda la vida de Gertrudis Gómez de Avellaneda.
 
3.- María de Córdova y Govantes fue la esposa de Ignacio de cepeda y Alcalde y la madre de sus tres hijos. Al fallecer su marido en 1906 entregó a Lorenzo Cruz de Fuentes en Huelva, los originales de todas las cartas que su marido había recibido (y guardado celosamente) de Gertrudis Gómez de Avellaneda para que fueran dadas a conocer al mundo en una publicación. Autobiografía y cartas se editó en 1907. Gracias a la tremenda generosidad de la señora Govantes de Cepeda, todas  las generaciones futuras, hemos conocido y disfrutado desde el punto de vista literario e histórico con la relación y el epistolario de amor más importante escrito en siglo XIX.
 
4.- El laberinto, fue un importante y famoso periódico español, cuyo primer número salió del 1 noviembre de 1843 bajo la dirección de Antonio Flores. A partir de 1845 lo dirigió Antonio Ferrer del Río, fusionándose con la revista pintoresca del tiempo y el globo pasando a ser propiedad absoluta del famoso editor señor D. Ignacio Boix.
 
5.- El primer capítulo de la novela Espatolino salió publicado el 16 de enero de 1844.
 
6.- Ignacio Boix, fue uno de los más afamados tipógrafos y editores españoles del siglo XIX (Hombre de gran poder en la industria de la imprenta)
 
7.- “La dama de gran tono”. Álbum del bello sexo o las mujeres pintadas por sí mismas. Imprenta de El Panorama Español. Madrid, 1843 (Actualmente puede consultarse un único ejemplar en la Hemeroteca Municipal de Madrid)
 
8.- Salvador Bermúdez de Castro. Poeta, historiador y diplomático español, muy amigo de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Posiblemente el nexo directo entre la escritora y el general Ramón María de Narváez, así como también entre la escritora y Gabriel García Tassara, su futuro amante y padre de su única hija.
 
9.- El atentado fue perpetrado el lunes 6 de noviembre de 1843, previo a la declaración de la mayoría de edad de la reina Isabel II. El primer periódico que publicó la noticia fue La posdata Nº 560, el martes 7 de noviembre de 1843 en la portada.
 
 
Bibliografía:
 
-Ana Peñas Ruiz, “Aproximación a la literatura panorámica española (1830-1850)”, en Interférences littéraires/Literaire interferenties, n° 8, “Croqués par eux-mêmes. La société à l’épreuve du “panoramique””, Nathalie Preiss & Valérie Stiénon (eds.), mayo 2012, pp. 77-108.)
 
–"El Álbum del bello sexo o Las mujeres pintadas por sí mismas, entre el casticismo y la sátira", en Actas del III Congreso Internacional de Hispanistas, Málaga-Ceuta, Algazara-U. N. E. D. de Ceuta, 1998, pp. 481-503.
 
-Rabaté, Colette “¿Eva o María? Ser mujer en la época isabelina. Estudios históricos y biográficos. Ediciones Universidad de Salamanca, 2007
 
-Biblioteca Nacional de España, hemeroteca. Periódicos: El católico, El eco del comercio, La posdata, El heraldo. (Junio-diciembre de 1843)
 
-Hemeroteca Municipal de Madrid


No hay comentarios:

Publicar un comentario