julio 10, 2013

CARTAS DESDE PALACIO (IV)

El Presidente del Consejo de Ministros de España, don Ramón María de Narváez y Campos, duque de Valencia. Musée national de la légion d'honner et des Ordes de Chavalerie, Paris. Óleo sobre lienzo de Vicente López Portaña. 
 


Cartas de Ramón María Narváez, duque de Valencia.

Gertrudis Gómez de Avellaneda supo moverse y relacionarse muy bien con diversas personalidades, las más importantes de la época. Se codeó, no solo con la intelectualidad de su tiempo, sino también con Reyes, Ministros y Presidentes varios. La prensa, los diferentes escritos y la correspondencia que se conserva (la publicada y la pendiente de publicar) corroboran lo antes expresado.

Hace poco iniciábamos en el blog La divina Tula una sección titulada “Cartas desde Palacio”, apartado con el que hoy continuamos pero esta vez desde la Presidencia del Consejo de Ministros (que no es Palacio propiamente dicho, pero muy estrechamente relacionado…). En el post que nos ocupa transcribimos, literalmente, cuatro cartas de las pocas que se conservan escritas por Ramón María de Narváez, duque de Valencia, y enviadas a Gertrudis Gómez de Avellaneda. Entre la primera y las otras tres median diez años de diferencia. En ellas puede notarse, sin lugar a dudas, el trato de amistad profunda que cultivaban el duque y la escritora (Sabemos que mantuvieron una correspondencia ininterrumpida, pero solo se conservan las misivas que hoy presentamos)

La primera de las cartas fue recibida por Tula en Burdeos días después de que la muerte sorprendiera en esa ciudad a su primer marido, Pedro Sabater, que era en aquel momento el Jefe Político de Madrid. Dos semanas posteriores, sumida en una terrible desesperación y angustia, la joven escritora se recluyó en el convento de Nuestra señora de Loreto de Burdeos, lugar donde se mantendría tres meses más hasta que gracias a las gestiones y ruegos posteriores que hiciera el propio duque de Valencia, decidiera regresar a Madrid en pleno mes de diciembre (No olvidemos que seis meses antes Gertrudis Gómez de Avellaneda había dedicado su novela Guatimozín al duque en gesto de amabilidad como “demostración de aprecio y afectuosa amistad”)

La segunda carta corresponde a la época en que el duque era Presidente del Consejo de Ministros de España por quinta vez (Lo fue siete veces entre 1846 y 1868). Tula buscaba un puesto de relevante importancia para su hermano Manuel a través de la influencia que ejercía el Presidente con el Ministro de la Corona, Pedro José, marqués de Pidal, quien finalmente, y gracias también a las gestiones e influencias de Gabriel García Tassara (¡Ex amante de la escritora y Embajador en los EEUU!), otorgaría el importante puesto de cónsul en Malta a Manuel Gómez de Avellaneda, su algo “descarriado” hermano.

La tercera del 27 de noviembre de 1856 es casi un billete (especie de nota) indicando la hora en que el duque podía, por sus múltiples responsabilidades políticas, recibirle en su casa para charlar distendidamente.

La cuarta es un rogatorio, disculpándose el duque por el retraso en cierta correspondencia recibida de su parte. Pero lo más interesante es la invitación que le hace el duque a la escritora para que asista, como figura muy relevante, al baile que efectuaría en su casa en celebridad por los días de Su Majestad Isabel II, amiga de ambos.
 
Al final del post transcribimos una amplia reseña biográfica, tomada de la internet (www.biografiasyvidas.com), sobre el hombre que fuera más veces en la historia, Presidente del Consejo de Ministro de España (un verdadero record a nivel nacional y posiblemente internacional)

 

Manuel Lorenzo Abdala

 


Carta nº 1

París, 12 de agosto de 1846.

Señora doña Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Mi apreciable amiga: Consecuente a lo que ofrecí a usted en mi carta de anteayer, incluyo a usted la carta que le ofrecí a usted para el señor Maire, de esa ciudad, y también otra para Mme. Duffur, sobrina de mi madre política, la condesa de Suscher; cuya señora es la que en ambas cartas me recomienda a usted. Repito a usted el grande interés que me causa la suerte de usted, la mucha parte que tomo en sus desgracias y el deseo que tengo de contribuir a aliviarlas. Puede usted disponer como guste de s. s. s. y amigo, q. s. p. b., Ramón María Narváez.

 


Carta nº 2

Excelentísima señora doña Gertrudis Gómez de Avellaneda.

Mi muy estimada amiga: Creo que no tengo necesidad de persuadir a usted de que he sentido mucho no haber disfrutado el placer de verla cuando usted tuvo la bondad de venir a visitarme. Creo también que usted se habrá hecho cargo de mis graves y urgentes ocupaciones y que se habrá anticipado a disculparme, bien convencida de mi buena amistad y consideración.

Aprovechando estos momentos que me dejan libre, tendré el gusto de anunciar a usted que me he interesado con el señor marqués de Pidal por su señor hermano; y aseguro a usted que, si mi eficaz recomendación surge el efecto que usted desea, tendré en ello una verdadera satisfacción.

Sírvase usted aceptar la seguridad de la alta estimación y verdadera amistad con que es, como siempre, de usted, afectísimo y atento s. q. b. s. p., Ramón María Narváez.

Madrid, 31 de octubre de 1856.

 

 


Carta nº 3
 
Excelentísima señora doña Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Mi muy estimada amiga: Sería muy difícil para mí recibir a usted de cinco a seis de la tarde, según se sirve indicarme, porque muy pocos días puedo hallarme en casa a esas horas.
Pero si usted quiere venir de once a una de la tarde, es casi seguro que proporcionará el gusto de recibirla a su muy afecto amigo y servidor, q. b. s. p., Ramón María Narváez.
Madrid, 27 de noviembre de 1856.
 
 
Carta nº 4
 
Madrid, [¿?] noviembre de 1856.
Señora doña Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Muy señora mía, de toda mi consideración y aprecio: En este momento, las diez de la noche, he recibido la apreciable carta de usted de ayer, y al paso que agradezco sobremanera la distinguida manera con que usted tiene la bondad de honrarme, me ha causado muy grande pena el retardo con que la he recibido, porque me ha privado de asistir hoy al teatro, a donde habría concurrido con mucho gusto y voluntad, ya para disfrutar el generoso favor de usted ya para admirar las producciones de su fecundo y esclarecido ingenio.
Suplico a usted encarecidamente me dispense y que crea que, admirador de los envidiables talentos con que el cielo le ha enriquecido, he recibido su carta como la más dulce recompensa de los escasos servicios que he prestado a mi Reina y a mi Patria, bien inferiores por cierto a la generosa manera con que usted tiene la bondad de calificarlos.
Usted me permitirá, señora, que a mi vez me atreva a suplicar a usted se digne asistir al baile que doy en mi casa el día 19 del mes actual, a las diez de la noche, en celebridad de los días de Su Majestad. Yo miraré como una honra muy singular la presencia de usted en mi casa ese día, así como el que usted se haga acompañar por las personas que usted guste convidar.
Cuando mis graves ocupaciones me lo permitan, tendré el honor de irme a poner a los pies de usted, de quien se repite s. s. y apasionado admirador q. b. s. p., Ramón María Narváez.
 
 
 
 
 
 
Biografía de Ramón María Narváez y de Campos, duque de Valencia
 
Ramón María Narváez y de Campos fue un militar y político español (Loja, Granada, 1799 - Madrid, 1868). Segundón de una familia de labradores acomodados de la pequeña nobleza andaluza, ingresó en el ejército con sólo quince años. Durante el Trienio Constitucional (1820-23) se decantó por los partidarios del liberalismo y tuvo un papel destacado en la lucha contra la sublevación absolutista de la Guardia Real de Madrid (1822). Ello le obligó a retirarse del ejército cuando la invasión de los «Cien mil hijos de San Luis» restableció a Fernando VII como rey absoluto.
 
Muerto el rey diez años más tarde, Narváez se reincorporó al ejército y defendió la causa del liberalismo y el Trono de Isabel II en la Primera Guerra Carlista (1833-40). Ascendió rápidamente por los éxitos obtenidos en los frentes del Norte (batallas de Mendigorría, 1835 y Arlabán, 1836), el Maestrazgo, Andalucía y La Mancha; pero en esas campañas se fue enconando también su rivalidad personal con Espartero, que habría de degenerar en enfrentamiento político desde 1838.
 
La persecución de la que fue objeto por Espartero le obligó a exiliarse en Francia durante la Regencia de éste (1841-43); y, dado que su rival había asumido el liderazgo de la rama progresista de los liberales, Narváez se inclinó hacia la rama conservadora, convirtiéndose pronto en el máximo dirigente del partido moderado. Dirigió la sublevación militar que derrocó a Espartero en 1843 (encuentro de Torrejón de Ardoz), ascendiendo entonces a teniente general y capitán general de Castilla la Nueva.
 
En 1844 era llamado a formar gobierno, iniciando una serie de siete periodos como primer ministro de Isabel II: 1844-46, 1846, 1847-49, 1849-51, 1856-57, 1864-65 y 1866-68. Impulsó la elaboración de la Constitución de 1845, que se mantuvo vigente hasta 1868; pero también otras muchas leyes importantes, como la reforma fiscal de Mon (1845), el Código Penal (1848) o las reformas administrativas de Bravo Murillo. En suma, conformó el Estado español contemporáneo según la ideología liberal-conservadora de su partido y según su temperamento autoritario: detuvo el proceso de desamortización de los bienes eclesiásticos, amordazó a la prensa, organizó una Administración centralizada y reprimió los movimientos populares impidiendo tanto el resurgimiento del carlismo (Segunda Guerra Carlista, 1849) como la extensión a España de las revoluciones europeas de 1848.
 
El gran poder que atribuyó a la Corona en la Constitución de 1845 se vio correspondido con el sistemático otorgamiento de la confianza regia, que encargaba al «espadón moderado» la formación de gobierno con independencia de la voluntad del electorado, permitiendo después la «fabricación» de unas Cortes adictas mediante el fraude electoral; tal tergiversación del sistema político representativo llevó a los progresistas al pronunciamiento militar y a la revuelta popular como únicos medios de acceder al poder, lo que consiguieron en 1854 (contando en parte con el apoyo de Narváez para derrocar a un gobierno ultraconservador de escasa base social).
 
Narváez se mantuvo apartado de la política activa durante el Bienio Progresista y, tras la caída de Espartero en 1856, regresó estableciendo un sistema de alternancia con un partido de vocación centrista, la Unión Liberal del general O'Donnell. Durante todo el reinado de Isabel II, Narváez representó el principal soporte del Trono, como jefe indiscutible del partido moderado y árbitro entre sus tendencias internas; su muerte en 1868 dejó al partido descabezado y dividido, facilitando el triunfo de la revolución que derrocó a la reina en aquel mismo año. Tras haber contribuido a vencer la resistencia absolutista, implantó una monarquía constitucional inspirada formalmente en los principios liberales, pero la vació en gran parte de contenido con su exagerado autoritarismo y su política conservadora; su legado es, por tanto, ambiguo, como representante político de las oligarquías de notables locales y grandes propietarios que sustentaron su régimen.
 
 
Bibliografía:
·          Gómez de Avellaneda, Gertrudis, Obras completas (tomos II, III y IV) Imprenta y Estereotipia de M. Rivadeneyra, Madrid 1870
·          Figarola-Caneda Domingo, Gertrudis Gómez de Avellaneda: Biografía, bibliografía, iconografía y cartas. (Notas ordenadas por Emilia Boxhorn) SEGL, Madrid 1929.
·          Navas Ruíz, Ricardo, El Romanticismo español. Madrid: Cátedra, 1982 (3ª edición)
·          Marqués de Lozoya, Historia de España, Tomo 10, Salvat Editores, Barcelona, 1979.
·          www.wikipedia.org
·          www.biografiasyvidas.com


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